ATRAPADOS EN
Algunas reflexiones en torno al tema de los museos e Internet
Estela Ayala Villegas[1]
El nuevo contexto mundial, este “mundo desbocado” como alguna vez lo denominó Anthony Giddens (2001), impone una serie de retos, desafíos y también problemas no sólo a cada uno de nosotros en nuestra cotidianeidad, sino también a las instituciones. No es extraño entonces que, bajo dicho panorama de cosas, los museos deban responder a los requerimientos de la globalización, la sociedad del conocimiento y a la impronta de las nuevas tecnologías de la información (NTI). El texto de DeCarli y Tsagaraki (2003) nos da algunas pistas al respecto, pero acotadas a la incorporación de los museos a la virtualidad de Internet.
Si apelamos a la noción de mediamorfosis, la demanda de plegarse a la carretera del World Wide Web no me parece una solicitud liviana. Tamaña exigencia implica aprehender y comprender las NTI en su cara más popular y aparentemente más accesible. Ello supone o trae aparejado ciertos cambios en las instituciones museales, en vistas a una modernización de sus recursos y medios para comunicar los saberes que les son propios. Desde este punto de vista, cabe criticar el artículo citado, pues las autoras generalizan en demasía el fenómeno, pues los requerimientos del mundo global a los museos están directamente relacionados con la naturaleza y especificidad de los mismos. No creo equivocarme, si tomamos como ejemplos –algo maniqueos y polares por cierto- los museos científicos y los museos históricos. Los primeros, que por una serie de razones, han logrado ir casi a la par de los desarrollos de las NTI, incorporando recursos tecnológicos novedosos para la presentación de sus exposiciones y para vincular interactivamente la muestra con sus visitantes más asiduos, son aquellas instituciones museales que llevan la delantera –por lo menos en Chile (vide el caso del MIM)- en su toma de posesión de los espacios virtuales. A contrario sensu, los museos más tradicionales, como los históricos están lejos aún de mediamorfosearse. Quizás exista cierto condicionamiento dado por los contenidos de las muestras que los hace más resistentes al cambio. El problema diagnosticado por DeCarli y Tsagaraki de la precaria vinculación entre los museos e Internet, no son otra cosa que la cara real de que es necesario e imperativo ir quemando etapas en las instituciones museales. No podemos hablar de una “web museología”, cuando existen museos que en sus locus formales o tradicionales todavía poseen áreas o ámbitos “en vías de desarrollo” o que están por explotar sus propias potencialidades. ¡Qué decir de instalar comunidades virtuales e interactivas si encontramos museos que precariamente establecen lazos situados y no son capaces de responder dialógicamente a la heterogénea gama de visitantes y de lectores de sus guiones museográficos! Si estos mismos guiones apenas logran vincular a los observadores con los objetos, difícilmente podrán promover una mayor comunicación en los espacios virtuales. Paradójico y contradictorio sería encontrarme con una página web muy interactiva, incapaz de reflejar miméticamente lo que ocurre en el museo “real”. Un vínculo especular es lo menos que habría que exigir.
En algunos casos, podríamos decir que –valga la ironía- que tenemos ante nosotros a instituciones premodernas que no podemos incorporar a la modernidad porque se han estancado en sus propios desarrollos. Habría que reconfigurarlos no sólo en apariencia (un buen maquillaje lo puede hacer cualquiera), sino –y lo más importante- en sus modos de gestión. Aprovecharse de la visibilidad y vinculación que aporta la red virtual, nos habla igualmente de la modernización de la forma de accionar con su entorno, de una democratización a su accesibilidad, de una “desfosilización” de las muestras (hay que hacerlas relevantes y pertinentes a los contextos socioculturales en donde opera el/losmuseo/s, resemantización de los espacios (más explicación y menos muestras mudas o que hablan a cierta elite con determinados capitales culturales), etc. En este sentido, el proyecto ILAM me parece un aporte que hay que valorizar dentro de las limitantes y cortapisas con las cuales se ha enfrentado, pero requiere de remezones sostenido a ciertos museos que no han cumplido con otras de sus tantas funciones, como la investigación y divulgación de aquello que atesoran y conservan. Por otro lado, también ser más honestos respecto a quiénes se verán favorecidos con esta tecnologización, pues se da por sentado que la mentada globalización ya hecho lo suyo, mientras por ahí pululan una serie de analfabetos digitales, quienes se verían proscritos de estos nuevos afanes que impulsan los museos.
Pero en medio de este archipiélago de certezas bajo un océano de incertidumbres (parafraseando a Edgar Morin), debemos lanzarnos a mares ignotos, desconocidos, violentos a veces, asumiendo que allí se anidan futuras transformaciones que revitalizarán a los viejos museos. Internet es sólo un nuevo medio, una nueva forma para vincularse con el público, el cual debe entenderse como un complemento por descubrir.
Bibliografía:
-DeCarli, Georgina y Tsagaraki, Christina (2003). Los museos latinoamericanos e Internet: la experiencia de
-Giddens, Anthony (2001). Un mundo desbocado. Madrid: Taurus
[1] Licenciada en Historia y Profesora de Historia y Geografía (Universidad de Chile). Docente del Centro de Estudios Pedagógicos CEP de la Universidad de Chile y de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
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